Entre las herramientas diagnósticas con las que cuenta la medicina, la espirometría constituye una prueba esencial para evaluar tu función pulmonar. Se trata de un examen que mide los flujos y los volúmenes respiratorios, y aporta datos útiles y precisos. Gracias a ellos, los profesionales de la salud son capaces de prevenir, diagnosticar y/o tratar algunas enfermedades respiratorias obstructivas o restrictivas, tales como el asma, la fibrosis quística o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
¿En qué consiste la espirometría?
Existen dos tipos de espirometrías: simple y forzada. La primera consiste en pedir a la persona que, después de inspirar al máximo, exhale profundamente, sin importar en qué tiempo lo haga. La espirometría forzada, por su parte, es aquella en la que, tras una inhalación máxima, se requiere una exhalación de todo el aire contenido en los pulmones en el menor tiempo posible. Por su precisión, es la más demandada y a ella nos referiremos a continuación.
La espirometría es una prueba segura, rápida, no invasiva e indolora. No requiere internación ni preparación previa y generalmente se solicita a personas que ya padecen de problemas respiratorios; a ellos se les pide que suspendan la medicación broncodilatadora antes de someterse al procedimiento.
La prueba consiste en una inspiración máxima y relajada y, a continuación, la expulsión completa de todo el aire contenido en la cavidad de sus pulmones (esto se denomina “espiración forzada”). La expulsión del aire tiene que durar el mayor tiempo posible y al menos seis segundos. La inspiración-exhalación se hace a través de la boquilla del espirómetro, dispositivo que mide el flujo de aire. Es preciso que se mantengan los labios bien cerrados alrededor del mismo y que se coloque una pinza en la nariz (pinza nasal) para no tentarse a respirar a través de sus orificios.
Las mediciones espirométricas resultantes dependen, en un cien por cien, del esfuerzo que haga el paciente (por ello, justamente, es forzada). Por tanto, el agente de salud encargado de llevar a cabo esta prueba funcional respiratoria lo animará, de modo tajante y enérgico, para que alcance parámetros válidos (o curvas satisfactorias) y no interrumpa anticipadamente la maniobra.
Capacidad pulmonar y sus valores normales y anormales
Para garantizar la precisión de los valores espirométricos, las mediciones se suelen realizar por triplicado y con posterioridad se selecciona la mejor de ellas.
Los patrones espirométricos típicos son: flujo espiratorio máximo (PEF), volumen espiratorio forzado en un segundo (FEV1) y capacidad vital forzada (FVC).
– PEF: es la velocidad máxima del aire al expirar.
– FEV1: es el volumen máximo de aire lanzado en un segundo.
– FVC: es el volumen total de aire expelido en una respiración.
Cuando se habla de espirometría y sus valores normales en adultos se consideran normales los FEV1 y FVC mayores o iguales al 80 %. En líneas generales y en promedio, una FVC de entre el 65 y el 70 % daría cuenta de un trastorno leve; de entre un 50 y un 64 %, de uno moderado; entre un 35 y un 49 %, el caso se considera grave y, por debajo del 35 %, muy severo. Cuando se hace referencia a la espirometría y sus valores normales en mujeres, las cifras son algo menores, al igual que en niños.
Ahora que conoces los datos sumamente útiles que proporciona una espirometría, no pierdas un minuto en someterte a esta prueba cuando tu médico te la prescriba. Tampoco dudes en consultar a tu farmacéutico y solicitarle información sobre productos para aliviar los síntomas de tus problemas respiratorios leves o severos. Recuerda: si son naturales, mejor.
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